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viernes, 26 abril, 2024
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Ganas de Fiesta

Antiguamente las fiestas que se celebraban en Yecla eran la mayoría de ellas aleatorias y solo el día de mercado o feria local quedaban establecidos por ley como en todos los pueblos de España, y no ocurría como hoy, que tras un puente celebramos un acueducto, tratando de justificar con la razón más nimia un respiro ocioso festivo.

Las Bajadas de la Virgen del Castillo en un principio no tenían fecha fija para su celebración, pudiendo ser en enero o agosto cuando se realizaban. Según D. Miguel Ortuño, al vencer en la Batalla de Villaviciosa el bando Borbón, se acuerda con el Ayuntamiento que el día 16 de enero se baje de la ermita del Castillo a nuestra Señora de la Concepción regulándose años después al 7 de diciembre y la subida al domingo inmediato, como ha ocurrido  así hasta hoy, exceptuando los años de la Guerra Civil y un conato de oposición a su celebración durante la Segunda Republica, según detalla el libro de Actas de la Asociación de Industria y Comercio de Yecla, y el fallido intento de la directiva de dicha Asociación para contrarrestar la oposición a su celebración por el Ayuntamiento, acordando  acudir a estamentos superiores exigiendo realizar una efeméride tan importante para nuestra ciudad.

En el pasado, los alardes ocasionales generados por una circunstancia excepcional en la vida de los pueblos acababa siendo la principal causa de celebraciones, como  bien podía ser el final de una contienda, una buena cosecha, la creación de una obra social, milagros o catástrofes inexplicables, o también cualquier motivo de importancia en el que se trataba de implicar a toda la Comunidad, y en nuestro caso, la ciudadanía yeclana de aquel entonces, también celebró una situación especial como fue el disparo de armas de fuego en acción de gracia por el regreso de unos yeclanos indemnes de una situación supuestamente peligrosa. Y como se ha seguido repitiendo durante tantos años por los jóvenes yeclanos tras el feliz regreso del servicio militar.

Y hoy día, después del desenlace pandémico, las fiestas patronales de la Virgen  van a tener un doble sentido, primero volver a su celebración habitual tras el parón ocasionado por la pandemia como corresponde a la fecha del 8 de Diciembre, pero no menos como una efeméride semejante a los alardes de antaño, al suponer el final, aunque todavía no muy claro, de la plaga del Coronavirus y que tantos muertos se vienen contabilizando, así como el desconcierto ocasionado en la economía de tantas familias amenazadas por la crisis que el mal vírico acarreó consigo. Todo ello es suficiente razón por lo que las ganas de fiesta o celebración van a estar más que justificadas al alegar razones de peso ante una situación tan discordante vivida.  Los tiros de arcabuz, la vivas a la Virgen, los himnos y desfiles de las escuadras así como el asombro general al paso de la imagen de la Patrona en la procesión del día 8 de diciembre, tendrán un trasfondo evocador que hará mas significativo ese acto festivo para el pueblo de Yecla, aunque haya que seguir soportando el agobio de la mascarilla y estableciendo la distancia de metro y medio según exigen las normas sanitarias.

Precisamente tras la ocurrencia del Cura Párroco de la Purísima de bajar de modo furtivo la imagen  de la Virgen y quedar permanentemente expuesta en el Altar Mayor de la Basílica durante toda la pandemia, las fiestas de este año se van a parecer mucho a la de aquellos primitivos años,  cuando todavía el camino zigzagueante del Santuario no estaba trazado, ya que fue el Alcalde Epifanio Ibáñez quien se empeñó en construir el actual existente allá por el año  1.886, existiendo anterior a ese año una simple senda como  la única  comunicación  entre el Pueblo y el Santuario y realizándose entonces los alardes festivos solamente disparando los arcabuces, al no existir todavía imagen que trasladar hasta que un franciscano anónimo esculpió la efigie de la Purísima Concepción y que el 16 de marzo de 1.936  fue quemada en la explanada del oratorio conjuntamente con la del Cristo del Sepulcro.

Así, la ilusión natural de la llegada de la Virgen después de un año, y en nuestro caso serian dos, pierde algo el protagonismo propio de recibir a la Patrona con ese gozo de tenerla de nuevo tras un año de ausencia, aunque por supuesto para nada mermará el interés aun después haber permanecido en casa durante tanto tiempo, ya que la imagen representativa de la Purísima Concepción de Yecla está tan naturalizada en el sentir popular que  siempre superará situaciones singulares impuestas por cualquier  jurisdicción palaciega, distante de la realidad  intrínseca tan arraigada por tradición secular en el inconsciente colectivo de un pueblo.

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