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viernes, 11 octubre, 2024
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Lo siento, no pienso pedir perdón

Sálvese quien pueda de caer en las garras de esta nueva “trampa” (como la ha calificado Juan Soto), en este caso del revisionismo histórico

Dentro del interminable (e insaciable), catálogo de sandeces políticamente correctas de Ediciones Nueva Inquisición, hoy presentamos el capítulo: “Ya que el personal de hoy cada vez tiene menos luces, ahora vamos a exigirles que pidan perdón por lo que hicieron o dejaron de hacer siglos atrás nuestros antepasados”. Oséase, nueva vuelta de tuerca o de garrote vil de la totalitaria secta del revisionismo histórico. Sálvese quien pueda de caer en las garras de esta otra “trampa”, como estos días la ha calificado cojonudamente bien Juan Soto Ivars en su artículo titulado “Los derechos humanos como falacia para ganar discusiones”.

Se lo intento explicar: nuestro paisano escritor viene a criticar que cuando los esbirros del nuevo orden moral se quedan sin argumentos para defender todas las gilipolleces (“regardez la gilipolluá”, que dirían Tip y Coll), que intentan imponernos en plan traga-aldabas, echan mano de dicha “trampa” para ponernos contra las cuerdas con el siguiente retruécano: “Estamos hablando de los derechos humanos, ¿o es que acaso tú no defiendes los derechos humanos?”.

 

Como si estar en contra del intransigente feminismo, el ecologismo más reaccionario, la catetada del lenguaje inclusivo o el intolerante y fanático sanedrín en el que se han convertido algunos movimientos al amparo de la libertad sexual, tuviera que ver algo con los derechos humanos. Porque va a ser que no.

Y todavía ahonda más nuestro Juan Soto, e Ivars por parte de madre, al afirmar: “Hablemos claro: apelar a los derechos humanos es una “trampa”, a no ser que estés debatiendo, yo qué sé, con talibanes, por la sencilla razón de que casi nadie está contra los derechos humanos. ¿Cuántos españoles quieren que los gais, por ejemplo, tengan menos derechos que los heteros? ¿Cuántos piensan que la mujer es inferior y tiene que estar en casa, planchando? ¿Cuántos defienden a un violador? Casi nadie. Cuatro trogloditas y otros 40 pirados de Twitter”. (Punto y aparte).

Dicho lo cual, y precisamente por ello, este 12 de Octubre yo no pienso pedir perdón porque Cristóbal Colón descubriese América o Hernán Cortés y Pizarro conquistaran a los aztecas, mayas e incas, quitándoles de la cabeza que siguieran comiéndose crudos a los guerreros de las tribus que se negaban a unirse a sus crueles imperios.

Mejor dicho, solo empezaré a plantearme si pido o no perdón cuando antes el gobierno de Italia me pida perdón a mí por la escabechina que liaron los romanos imponiendo su cultura, o cuando Suecia, Noruega y Dinamarca me envíen una carta formal de arrepentimiento por todos los saqueos y violaciones con las que nos arrasaron los Vikingos. Y tres cuartos de lo mismo con los árabes que durante ocho interminables siglos no pudimos quitarnos de encima ni con agua caliente, o los franchutes, los yanquis e hijos de la Gran Bretaña con los que no tuvimos más remedio que declararnos en guerra… Ya lo decía mi abuela: O todos o ninguno; o jugamos todos o rompemos la baraja.

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