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Y LLEGÓ LA LIBERACIÓN CON SAN ISIDRO

Juan Muñoz Gil

Llegadas nuestras fiestas primaverales de advocación isidríaca y celebradas con todo su esplendor, tras sopesar la atención que una mayoría de yeclanos vienen dedicando todo su saber y gobierno a ellas y consiguiendo cada año dar más luz y esplendor, concretamente en esta ocasión se esperaba su llegada todavía con mas vehemencia tras el paréntesis a que nos abocó la pandemia, y resulta que sin advertirlo siquiera, hemos conseguido dos cosas muy importantes, por un lado, el hecho de estar unidos intentando realzar al máximo el lucimiento, unos enfrascados en la construcción de la carroza que les representa en la cabalgata y exposición matinal con todos los medios artísticos e imaginativos posible para que su Peña quede en la máxima consideración ante el parecer de sus conciudadanos, así como en el de tantos miles de visitantes que como años antes acudieron, y no menos toda esa otra tanta gente preparando enaguas, reponiendo el bordado del chaleco que se deterioró, el puntillaje de los refajos afectados en su último uso, la consecución de ropa para niña que creció tanto y mas cuanto, pero sobretodo, el encanto de esa convivencia hermanada ahora con la esperanza de que de nuevo se salió a la calle con todo el vademécum que ello conlleva. Y como decía al principio, esta ajetreada ocupación preparatoria resultó que nos hizo olvidar por unas semanas, además del desasosiego propio de una plaga que todavía nos anda rondando, también por si faltara poco, la subida del recibo de la luz, el incremento de los precios de productos de primera necesidad.

Las dificultades para que tu médico te reconozca y trate, los diarios enfrentamientos con los empleados de banca que a su vez se ven coaccionados por la falta de personal en sus centros de trabajo, también en las tertulias bareteras se logró dejar de hablar del problema de los hijos al no poder saber lo que aprenden al negársele a los progenitores una información calificadora, o si de la noche a la mañana la niña se transformó en niño o se aventuró a abortar y los papás fueron los últimos en enterarse, y se postergó el asunto de los empalagosos nacionalismos, la imposición de ciertas lenguas vernáculas, las interminables desavenencias de la ultraizquierda o de ultraderecha que quiérase o no, nos joroban , y así un sinfín de despropósitos que gracias a San Isidro quedaron aparcados, anteponiendo a tantos dislates como son los soportados diariamente algo tan encomiable como es buen hacer de nuestros mozo y mozas tan necesario para conseguir la excelencia en todos los actos de nuestras fiestas de San Isidro Labrador.

Olvidamos lo apolíneo y nos centramos en lo dionisiaco, algo tan habitual en el ser humano y que por esta razón se establecieron las fiestas en la vida por todas las sociedades humanas, para que pudiesen hacer el papel de liberadoras de la cerrazón, el individualismo y la codicia, que nos embarga desde que el hombre se catalogó como tal. Y sin duda que estas nuestras fiestas Isidriacas lo han conseguido, de ahí el interés que despiertan y como se han ido acrecentando con los años frente a las desavenencias sociales y económicas soportadas, actuando como un revulsivo generador propio de la buena gente en estos anómalos tiempos que nos ha tocado vivir.

Antiguamente las fiestas, llamadas alardes, se realizaban para todo lo contrario en cuanto al sentido que hoy se les da. En aquellos entonces una comunidad festejaba exclusivamente y de largo en largo para dar gracias por un acontecimiento determinado que implicaba a todo el pueblo, como podía ser una buena cosecha, el final de una obra comunal, la conclusión feliz de una guerra y nada más, a excepción de celebraciones familiares muy particulares, pero siempre sin mucho boato o excentricidad, valorándose especialmente el contacto humano tan propio en estos festejos, como cada año se repite en Yecla con las de San Isidro…

Hoy, sin embargo, estas nuestras fiestas, al menos por unos días, nos han librado de las preocupaciones y dolores de cabeza en las que estos mandatarios nos han metido. Ya solo nos queda esperar que en alguna ocasión podamos conmemorar la liberación total o al menos transitoria, con un apoteósico alarde como correspondería a un hecho semejante. Por lo pronto, regocijémonos aunque solo sea para olvidar convencidos que esta gala festiva se ha vuelto a celebrar con todo el júbilo y entusiasmo que merece.

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