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sábado, 27 abril, 2024
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‘PRIMUM NON NOCERE’

Charo Cutillas

Ante todo no hacer daño, tal como se asevera en el llamado Juramento Hipocrático.

Este daño que se refiere al ámbito de la Medicina, es también un principio que debería interesar socialmente, y por supuesto a todos aquellos que intervienen en el proceso de cualquier enfermedad desde el primer escalón hasta el último. Y ahí entran todos. Desde el personal de limpieza o administrativo hasta la cirugía o las consultas. Todos.

A menudo parece que a las personas que prestan sus servicios en un hospital, o cualquier centro sanitario, se les olvida que es su obligación guardar silencio de cuanto vean o escuchen a los pacientes.

Socialmente este olvido, dejación o ansias de protagonismo (el típico “chica, ¿sabes que fulana tiene esto o aquello?”) daña la intimidad de las personas.

Hay pacientes que ante un diagnóstico lo hablan en público y está muy bien porque cada persona puede hacer lo que quiera con la información que tiene de sí mismo.

Otros pacientes, en cambio, prefieren asimilar el hecho de una dolencia, sea cual sea, al ámbito de su intimidad, pero no parece posible en el entorno en el que nos movemos.

Bien que Yecla es un pueblo, pero tampoco es una aldea en la que los pocos vecinos coinciden en la misma tienda sin que haya otra posibilidad. No.

Sin embargo, en no pocas ocasiones, antes de que la paciente se comunique con su familia, ya hay quien la para por la calle y le pregunta “cómo va eso tuyo”, “ya me he enterado”,  o bien, “te vi salir del hospital y enseguida me dijeron que te van a operar”.

A ver. Alguien profesional (de dentro) estaba en la consulta, el preoperatorio o lo que fuera, y como es de gusto dar noticias, se lo cuenta al marido, a la esposa, a la vecina o al que pasa por la puerta, y como importa un rábano la reserva que la personas puedan tener respecto de sus dolencias, te encuentras con que se lo ibas a decir a tu prima y alguien ya le ha dado santo y seña.

Tal vez los centros sanitarios debían recordar al personal de las distintas escalas la obligación de guardar el secreto profesional. ¿No hay carteles por todas partes de la importancia de lavarse las manos? Pues del mismo modo en consultorios, pasillos, quirófanos, etc, podría recordarse a los trabajadores esta obligación que atañe a muchos aspectos, incluso jurídicos, pero desde luego en lo que se refiere al deber moral.

Porque aunque la sanidad y quienes en ella trabajan, sin duda dando lo mejor de sí mismos, deben atender también al principio hipocrático que además de primero no dañar, también se refería específicamente a lo que se viene diciendo en estas líneas: “Todo lo que vea y oiga en el ejercicio de mi profesión, y todo lo que supiere acerca de la vida de alguien, si es cosa que no debe ser divulgada, lo callaré y lo guardaré con secreto inviolable”.

Pues eso. ‘Primum non nocere’. En el cuerpo y en la lengua.

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