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lunes, 29 abril, 2024
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LA PERTINAZ SEQUÍA

Juan Muñoz Gil

Todos los agricultores yeclanos que ya superan los 50 años tienen asumido el adjetivo de “pertinaz” como un vocablo propio, al ser asociado su uso a las pertinentes sequias acaecidas durante toda la dictadura franquista, siendo raro el día que los informativos, recurrentes y solícitos de la única  cadena televisiva de entonces, emitía noticias y consignas durante aquellos años, viéndose  obligados los asiduos telespectadores a recibir los pronósticos del Hombre del Tiempo, que con cierto cariz dubitativo lamentaba la continuada escasez de precipitaciones  que soportaba el campo.

Prueba de ello fue aquel episodio tan comentado en todos los corros callejeros y en barras de bar allá por el mes de enero de 1967, cuando el meteorólogo Martín Rubio condicionó la certidumbre de sus pronósticos apostando a afeitarse el bigote, que lucía desde ni se sabía cuándo, de no llover en los días sucesivos. Y como no llovió una vez más, aun sin existir como hoy el tan aludido cambio climático en el que poder amparase justificando así  la anomalía pluviométrica, se vio obligado a aparecer en la pequeña pantalla con el bigote afeitado dando pábulo a comentarios a cual más peculiar.

El problema de la realidad climatológica actual, vista por unos y otros, está en poder comparar, de ahí que al querer rebatir cualquier acción que no interesa se recurra al dicho de que “todas las comparaciones son siempre odiosas”, aunque si la exigencia del momento resultara ser nociva por muy odiosa que pueda parecer dicho cotejo y mas barruntando pesimismo, entonces se asume el dicho de “gato escaldado del agua fría huye”, o como la sentencia de la viaja Celestina al inculcar que  “al espantado la sombra le espanta”. Siempre, estos axiomas se justifican en función del interés de quien demanda una peculiar situación contrarrestando situaciones que no atañe asumir.

Recientemente el Premio de la Fundación del BBVA Fronteras del Conocimiento, se ha concedido a G. Ceballos y R. Dirzo por sus trabajos sobre la llamada Sexta Extinción, deduciendo que en épocas anteriores nuestra sufrida Tierra soportó otras cinco extinciones durante, año arriba año abajo, unos 600 millones de años. La peor fue la del Pérmico hace 250 millones de años, tras la que solo quedaron subsistiendo roedores y gusanos, y  la última, ocurrida hace 60 millones de años en el Cretácico, o sea, la tan aludida  de los dinosaurios, también dejó poco bicho viviente sobre la Tierra, y según los trabajos de estos insignes científicos, nos hallamos en los prolegómenos de la siguiente debacle, que quiérase o no va  a tocar soportar, siendo mucha la gente que piensa si no sería lo más afectivo que transcurra lo antes posible aquelllo que tenga que ser,  como cuando alguien tiene que soportar un mal trago y desea que el trance se apresure y sea de una vez lo que tenga que acontecer.

A  mediados del siglo XX, sabemos que en Yecla se construyeron numerosos aljibes, obligados los agricultores ante la pertinaz sequía soportada, y esa fue la solución para no recurrir al acarreo del agua en cubas hasta las casas de labor desde  fuentes naturales cercanas con las dificultades que ello suponía, asegurando su subsistencia al poder recoger el agua en las épocas pluviales y conservar en aljibes o tanques, actitud que con la llegada de la Democracia se desestimó ese método, quizás por contradecir la  obsesión del dictador Francisco Franco empeñado en afrontar la pertinaz sequia con al remedio más práctico, embalses, pantanos y trasvases. Y en ello seguimos.

Así, se está prolongando la duración de esta connatural Sexta Extinción con imposiciones ecologistas y exigencias gubernamentales, para al final acabar en el llamado “Efecto Diderot”, de cómo se puede arruinar la vida al crear la necesidad  de obligaciones en cadena para no desentonar en el conjunto y acabar en una ruina irreversible, como ocurrió al ilustrado Diderot al querer armonizar todo su viejo y polvoriento ámbito doméstico con la bata nueva que le habían regalado, y  al no entonar para nada con su ordinario y vetusto hábitat quedó en la ruina. Hoy  se vive actualmente con la irrevocable  necesidad de consumir para no ser menos que el vecino de enfrente, y para más inri, con el incremento de la población mundial la anunciada Secta Extinción se podrá acelerar pero no impedir.

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