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viernes, 13 diciembre, 2024
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NOVIEMBRE, EL MES DE LAS ÁNIMAS

José Puche Forte

Por aquellas calles de la vieja Yecla salía a cantar en lejanos tiempos la “Hermandad de las Ánimas”, con su estandarte de la Virgen del Carmen pidiendo limosna de casa en casa para aliviar las penas de las Ánimas del Purgatorio con rezos y misas con lo recaudado. Y entre coplilla y coplilla cantaban: “A las Ánimas Benditas no se les cierra la puerta, en diciéndoles, perdonen, ellas se van tan contentas”. La Cofradía de los Auroros también le rendían devoción con cánticos como estos: “Hoy es el día de las pobres almas/ En el Purgatorio padeciendo están/ En prisiones y llamas de fuego/ Aguardando consuelo del rey celestial/ Alívialos de las penas/ Emperatriz soberana/ Te lo piden tus devotos/ Que los saquen de las llamas/ Recibid Madre piadosa/ los sufragios por sus almas/ Salves, misas y rosarios/ Que sus hermanos le mandan”.

Noviembre era antaño un mes en que se contaban leyendas de condenados y aparecidos por los más viejos, mientras la leña ardía en un gran fuego en el rincón de la cocina donde la familia estaba reunida. Aquellas sombras en movimiento a la luz del candil producían en las mentes el efecto de la ensoñación que casi las hacían realidad. Este es un mes de visitas a los cementerios, de recordar a los seres queridos que allí reposan. Mes de flores, luces y rezos por los que se fueron.

Recuerdo que cuando era niño me causaba una honda sensación el contemplar aquel gran cuadro de las “Ánimas del Purgatorio” que el valenciano Eleuterio Bouset pintó en 1942 para la Basílica. Lo observaba con detenimiento fijándome en el dulce y bondadoso rostro de la Virgen, mientras entre las velas del altar se veían suplicantes aquellas almas que ardían entre las llamas purgando sus culpas. Por las calles, también habían dos antiguas hornacinas de azulejos con la representación de la Virgen del Carmen aliviando las penas de aquellas almas entre las llamas. Una de estas estaba en la calle Corredera, 4, que desapareció hace algún tiempo y la otra estaba en la San José, 15, la cual aún se puede ver.

En aquella antigua Yecla se guardaba un penetrante respeto hacia los difuntos. El paso a la otra vida producía un gran temor catequizado por la Iglesia desde la más tierna infancia reprendiéndonos sobre “la condenación eterna”. Aquel “para siempre, para siempre” que nos hacía pensar y nos llenaba de temor y que, cada cierto tiempo, cuando venían los misioneros, nos lo recordaban con insistencia a todos los ciudadanos. El Purgatorio, según la Iglesia Católica, es ese lugar intermedio entre el Cielo y el Infierno, en donde el alma del difunto se purifica y tiene una oportunidad de liberarse de los pecados purgando sus faltas. Este no es comparable al Infierno puesto que es temporal y es donde la proximidad de Dios se puede intuir.

El nombre de “Purgatorio” se generalizó en la Edad Media para designar el proceso purificador del alma del que muere con la gracia de la justificación alcanza la perfección de entrega a Dios por los errores de otro tiempo. Según el magisterio de la Iglesia el proceso existe realmente, pero ni el magisterio ni la Biblia dan mayores indicaciones sobre la estructura del proceso, ni mucho menos de su vinculación a un lugar. (Se apoya en los indicios que dan en Macabeos, 12, vers. 42 a 45).

Parece ser que a comienzos de la era benedictina, año 529, la salvación estaba encaminada para beneficio de los clérigos a los más ricos para financiar a los monjes para que pidieran por ellos y por  los pecadores para evitarles los padecimientos del infierno. Pero había que confeccionar otro medio o manera para contentar a los pecadores más pobres que no podían permitírselo.  Fue así como nación un estado intermedio entre el Cielo y el Infierno que inicialmente concibieron Origens y Clemente, teólogos alejandrinos en los siglos II y III para justificar la salvación mediante el esfuerzo, cumpliendo la penitencia en su estado intermedio donde la permanencia fuera limitada en la que sólo había una salida, que no condujera al Infierno sino al Paraíso. Allá por 1170 los teólogos que valoraron esta teoría de la vida ultraterrena le dieron el nombre de Purgatorio, idea que no tuvo validez en el mundo oriental y llegó a convertirse en una de las creencias más importantes de la Iglesia de Occidente.

Con la llegada de la “Peste Negra” (entre 1347 y 1351-52) hubo una gran preocupación por la muerte y cómo reaccionar ante ella. La evolución de la doctrina del Purgatorio durante los siglos XI y XII, esta teología alcanzó gran éxito y duración en la Iglesia de Occidente, lo que dio inicio a un intrincado establecimiento de instituciones. Una de las más singulares fue la petición de misas por los difuntos que produjeron grandes ingresos. También la donación de tierra y dinero a los sacerdotes para dedicarle tiempo a cantar misa por el alma del donante.

Liborio Ruiz publicó un interesante libro en 1995 sobre este tema con la designación de “Testamento, muerte y religiosidad en la Yecla del siglo XVI en el que se recogen número de misas cíclicas y perpetúales, gregorianas (serie de 30 misas para un difunto),  mandas forzosas, donativos y donaciones y mandas pías hechas por los fieles a la Iglesia para honrar a sus difuntos. Es este un libro interesante que merece la pena ser leído.

Desde la posguerra hasta casi los años 70 del pasado siglo XX, todas las noches del mes de noviembre, ante el cuadro de las “Ánimas” de la Basílica se rezaba y se meditaba en sufragio de aquellas almas en pena. Estos los presidía un sacerdote con temas tan sugestivos como “Necesidad de prepararnos para morir”, “¿Qué es el cuerpo después de la muerte?”, “Levantaos, muertos y venir al juicio” y otros. Estos se recogen en libros devocionales de aquel tiempo como “Mes de las Ánimas”, de 1926, “Horas de luz”, de 1947 y algunos más. Pero uno de los libros más sobrecogedores es el de “Preparación para la muerte y para auxiliar a los moribundos”, publicado en 1871.

Para concluir diremos que este es un mes para visitar los cementerios en donde reposan los seres queridos, mes de rezos, luces y flores para recordar a los que ya no están con nosotros.

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