Un tratado sobre los mecanismos de ascenso social de la época repleto de humor y anécdotas
Aunque ya salió a la venta hace unos meses, este viernes 20 de noviembre a las ocho de la tarde se presenta, mediante una retransmisión en streaming desde el Salón de Actos de la Casa de Cultura el último libro de Liborio Ruiz “Honor, hidalguía y poder municipal en el siglo XVIII”. Cualquier persona interesada podrá seguir la presentación en las páginas webs del Ayuntamiento de Yecla y del Museo Arqueológico. En la presentación participarán también José Pascual Ortuño, gran amigo del autor y magistrado en Barcelona y el profesor José Javier Ruiz Ibáñez, gran compañero de aventuras de Liborio Ruiz en sus incursiones profesionales.
Ruiz explica que este libro “es un tratado sobre los mecanismos de ascenso social en la época. Hablo del concepto de honor, de la hidalguía, que era llegar a la cúspide del organigrama social de la época y que conllevaba una serie de privilegios, y también abordo el hecho de que la hidalguía daba acceso al poder político municipal en aquellos años”.
Liborio Ruiz ha elaborado “un libro de 225 páginas muy bien documentado pero también ameno. Consta de una introducción, una contextualización de la época, hablo de la Guerra de Sucesión y después me centro en un episodio histórico que abarcó casi un siglo”. Ruiz habla de la autoproclamación como hidalgos de 27 vecinos de Yecla una vez acabada la guerra que puso en el trono a Felipe V en España e inició la dinastía Borbón en nuestro país. “Estos vecinos alegaron que ya eran hidalgos pero que la toma de Yecla por las tropas austracistas en 1707 había destruido los archivos. En el libro cuento todo el pleito que es muy interesante”.
Además, llamarán mucho la atención personajes de la época como ‘el Cabroncico’, cuyo mote ya revela la ironía con la que sus convecinos habían contemplado su ascenso social. También explica el autor que ha incluido “fragmentos de un diario del Marqués de los Vélez, que se vio obligado a pasar varios días en Yecla por una fuerte nevada y la llegada a nuestra ciudad de dos embajadores marroquíes, con lo que tenía para aquella sociedad de pintoresco y exótico”, concluye el autor.
