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El teatro no se rinde

El Teatro Romano de Mérida acogió la 67 edición del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida con un total de 10 grandes espectáculos. El broche final al Festival lo pusieron ‘Las suplicantes’, versión libre de Silvia Zarco sobre las obras homónimas de Esquilo y Eurípides.

El primero centró su relato en la huida de Egipto de las hijas de Dánao, destinadas a casarse contra su voluntad con los hijos del rey Egipto, y en su llegada a la ciudad de Argos, conducidas por su padre, donde son acogidas de forma amistosa. Más tarde surgirán los problemas ante la reivindicación de los novios abandonados y del padre de estos, que planteará una guerra ante la «ofensa» recibida. Por su parte Eurípides narra en su tragedia el episodio en el que las madres argivas visitan Eleusis para reclamar los cadáveres de sus hijos que habían fallecido en la invasión que Argos intentó realizar contra Tebas.

Ante la negativa tebana, las mujeres logran la mediación de Teseo, el rey de Atenas, para que consiga por las buenas o mediante amenazas la devolución de los insepultos. Quienes estuvimos allí pudimos ver una obra en la que las mujeres alzan la voz para denunciar dos situaciones injustas que ponen de manera manifiesta que la tragedia griega siempre tiene una vigencia absoluta, que las mujeres no quieren estar en un segundo plano, que no quieren ser consideradas «ciudadanos de segunda», que exigen ser escuchadas porque tienen argumentos y razones que nadie puede contradecir.

Mujeres, en fin, de todas las edades reunidas en un Coro, verdadero protagonista de la obra, denunciando y reclamando sus derechos, que les fueron arrebatados, mujeres que son dueñas de su propio destino y que no buscan venganza, sino reparación, que tan solo pretenden ser dueñas de su propia anatomía, de su deseo, de sus esperanzas y de su futuro, mujeres que reclaman la memoria y la dignidad de sus hijos que perecieron en el combate y fueron enterrados sin el más mínimo reconocimiento.

Son mujeres de antes y son mujeres de ahora. Un espectáculo que pretendió ser, en palabras de su autora, Silvia Zarco, un homenaje a los profesores de clásicas que también intentan mantener la compostura en estos difíciles momentos en los que nos ha tocado vivir. Era obligado que esa obra se estrenara en el Teatro Romano de Mérida. Ojalá Caligae Teatro pise ese escenario. Yo estuve allí y no estuve sola.

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