Todas las alarmas se están disparando en torno a la Sanidad Pública. Solo hay que echar un vistazo a los telediarios y la prensa para ver que en todo el país están surgiendo mareas blancas. Hemos pasado de aplaudir a nuestros sanitarios a tenerlos entre ojo. Mal asunto. El Hospital de Yecla es la prueba más palpable de que la situación que atraviesa la asistencia sanitaria es muy preocupante. Como dicen los modernos, la situación no es preocupante, es lo siguiente. Escribo estas líneas días antes de las dos concentraciones previstas en la Plaza Mayor y en el Virgen del Castillo. No hay que ser un lince, de esos que se fueron de Yecla antes de venir, para vislumbrar que ambas protestas serán multitudinarias. Ojalá no me equivoque. También con toda seguridad, no serán las primeras ni las últimas porque por el momento no se escucha ninguna solución que medio convenza. (Punto de sutura y aparte).
Pero el hecho de que estemos alarmados con lo que está pasando en el Hospital no tendría que aprovecharlo nadie para atemorizarnos con el cuento de que la Sanidad Privada acabará eliminado a la Sanidad Pública. Hay que decirlo alto y claro: la Sanidad Pública ni está en peligro ni mucho menos va a desaparecer del mapa. Tenemos un sistema sanitario público lo suficientemente fuerte, consolidado y reconocido como para que nadie venga a cargárselo de un plumazo. Ningún partido, ninguna administración local, regional o del Estado, lo permitiría jamás, como tampoco lo iba a consentir esta sociedad que formamos entre todos nosotros. Suena más bien a que viene el lobo, ¡que viene el lobo!, a río revuelto ganancia de pescadores, a meternos el miedo en el cuerpo para lanzarse al cuello del adversario.
Acabo reiterándome en lo que dejé escrito por aquí hace semanas: nunca me he creído que la Administración tenga un contubernio conspiranoico judeo masónico para eliminar la Sanidad Pública y enriquecer a la Privada. Más bien pienso que la Sanidad Privada se beneficia de la inacción y falta de reflejos de la Administración Pública. Por tanto, concentremos todas nuestras fuerzas en exigir una solución al deterioro de nuestro Hospital y déjemos de querer verle las orejas a un lobo que ni existe ni veremos nunca.