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CASTIGADO SIN SAN VALENTÍN

Si Mierdaseca hubiera tenido un comportamiento más cívico le regalaría un San Valentín por todo lo alto en una perrera de postín

Mierdaseca está triste. ¿Qué tendrá Mierda-seca? Los suspiros se escapan de su boca reseca. Y no es para menos porque mi perrito mascota lleva varios días castigado. Tantos derechos cree haber adquirido con la nueva Ley de Bienestar Animal que el muy animal se ha venido arriba y se le han subido los humos. La culpa de nuestro mal rollo la tiene la perrita de la vecina de abajo con quien se rumorea en el barrio que Mierdaseca mantiene un apasionado idilio a escondidas. Y eso que Mierdaseca es un can eunuco, o sea, que está vasectomizado. Caput, para entendernos. ¡Qué fenómeno es mi Mierdaseca, cuánto lo quiero, ni aún así hay manera de reprimir su insaciable instinto reproductivo! En algo se tenía que parecer a mí. La perrita se llama Rufi y ha conquistado el corazón de Mierdaseca.

Rufi es la perrita de mi vecina de abajo. Es pequeña, peluda, suave; tan blanda por fuera, que se diría toda de algodón, que no tiene huesos. Me refiero a la perrita, no a mi vecina, (aunque también). Hasta aquí todo más o menos normal. Un loco y apasionado amor a cara de perro, aunque Mierdaseca no está ya para muchos trotes. En eso también se parece a su amo. Aunque por mucho que me queje tengo que reconocer que yo soy el único responsable del enamoramiento de Mierdaseca.

Desde que se mudaron a nuestro edificio, cada vez que oigo que la vecina de abajo sale a pasear a Rufi me falta tiempo para salir corriendo detrás de ambas y hacerme el encontradizo para ver si consigo intimar con ella. (Quiero decir intimar con la vecina, no con Rufi). El choque entre Mierdaseca y yo surgió cuando me confesó que quería arrejuntarse con Rufi sin pasar por el juzgado ni por la vicaría. “De eso nada, nosotros somos una familia muy decente y no admitimos comportamientos libertinos”, le recriminé en voz muy alta para que advirtiera mi enfado.

Mierdaseca, que es un perro muy manso pero tiene sus prontos como los tenemos todos, aprovechando que estábamos en el baño y yo acababa salir de la bañera y me estaba rascando las durezas de los talones con la piedra pómez, se lanzó a morderme un callo que tengo en carne viva en un ataque de rabia perruna. Desde entonces Mierdaseca está encerrado en la galería a pan y agua y no hemos vuelto a dirigirnos la palabra. Lo siento por él porque si hubiera tenido un comportamiento más cívico le organizaría un San Valentín por todo lo alto, con escapada de fin de semana, experiencia gastronómica y cena romántica en una perrera de postín. Pero los actos tienen consecuencias. Se pasa toda la noche aullando de pena y yo muerto de miedo. Dicen que los aullidos de los perros presagian que alguien cercano morirá pronto. Solo me faltaba que el marido de mi vecina de abajo, que acaba de cumplir 90 años, estire la pata un día de estos y la familia me pida daños y perjuicios. Mañana mismo bajaré a hablar con ellos para ver lo que hacemos con esta pareja. Me refiero a Mierdaseca y Rufi no a mi vecina y su marido. Quede claro.

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