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sábado, 20 abril, 2024
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EL VERDADERO TURISMO INTERIOR

El mayor provecho que podemos sacar a nuestras vacaciones es intentar adivinar quién narices somos y hasta dónde queremos llegar

Uno se marcha de vacaciones con la esperanza de que a nuestro regreso algo haya cambiado. Pero no, volvemos a empezar exactamente en el mismo punto en que lo dejamos cuando echamos la llave y cargamos la maleta para iniciar ese viaje a ninguna parte que son las vacaciones. Y digo a ninguna parte porque por muy lejos que decidamos desplazarnos o muy cerca que nos quedemos no hay manera de despegarnos de nosotros mismos que siempre somos el equipaje más pesado. Desconectar lo llaman, esa coletilla habitual que solemos repetir cientos de veces antes y después del verano. “Felices vacaciones, que lo pases bien y que desconectes lo antes posible”. “Bienvenido, espero que lo hayas disfrutado a tope y que hayas desconectado al máximo”. “Vayas donde vayas procura desconectar cuanto antes”. Pero no somos máquinas, ni interruptores ni enchufes que podamos apagar a nuestro antojo. La procesión va por dentro tanto si nos vamos al fin del mundo como si decidimos pasar el verano a la vuelta de la esquina.

Un amigo mío de esos muy insufriblemente profundo dice que el mejor plan para las vacaciones es el turismo interior que para él significa viajar hacia nuestros adentros para descubrir rincones en nosotros que desconocíamos aprovechando que en vacaciones tenemos por fin sosiego y andamos más despreocupados porque buena falta nos hace siempre ocuparnos y preocuparnos un poco bastante más de nosotros mismos. Y no me refiero al exterior, a la fachada que aparentamos, a lo que de nosotros ven los demás o queremos que vean los demás, porque muy poco podemos hacer para renovar nuestro aspecto. Esto es lo que hay y punto. Tampoco me refiero a esa obsesión por querer leerlo todo el verano, viajarlo todo, experimentarlo todo; por hacer todas esas cosas siempre pendientes que supuestamente no tenemos tiempo de emprender durante el resto de meses. Hablo de poner en orden todos los enredos, polvaredas, descuidos, estropicios y cabos sin atar que llevamos todos de puertas para dentro y que no nos quitamos de encima ni con agua hirviendo, ni con el más eficaz desatascador.

En vacaciones, en lugar de ofuscarnos con querer desconectar, lo mejor que podemos hacer es todo lo contrario: ensamblarnos más a nosotros mismos a ver si somos capaces de sacar algo en claro sobre esa cursilería que llamamos nuestro maravilloso mundo interior, que haberlo hay lo pero en el que rara vez nos adentramos. El mayor provecho que podemos sacarle a los días de vacaciones es intentar adivinar quién narices somos, hasta dónde queremos llegar y en qué punto tenemos que decirnos “Sió, quieto, parao”. “Nosotros somos quien somos, basta de historias y cuentos”, como nos enseñó don Gabriel. Y las vacaciones vienen muy bien para corroborarlo. Yo me entiendo. Y espero que ustedes-vosotros también. Feliz regreso de vacaciones. Volvemos a conectarnos con la realidad. Ea, esto es lo que hay y no hay más. Y punto.

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