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viernes, 11 octubre, 2024
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Navidad a pesar de todo

Estas fechas que de nuevo llegan en una situación muy complicada pero que por nada del mundo debe quitar-nos el espíritu de la Navidad

Este año me he propuesto que la pandemia no me quite las ganas de vivir una Navidad como las de antes, como las de siempre. Voy a intentar que me afecte poco o nada esta situación de alerta sanitaria que nos vuelve a sobrecoger cuando parecía que teníamos al bicharraco bajo control. Cumpliendo con las medidas de seguridad, por supuesto que sí, pero sin bajar la moral. Como cuando mis hijos, mis sobrinos y los hijos de los amigos eran pequeños y disfrutaban cual enanos estos días como solo los pueden disfrutar los niños.

Desde que escuchaban los primeros villancicos que tocaban las bandas de música de las escuadras bajando del Castillo para poner punto y final a las Fiestas de la Virgen (todavía, ahora que ya son mayores de edad, mis hijos continúan sin comprender cómo en Yecla se puede entender como casi un sacrilegio comenzar a celebrar la Navidad antes de despedir a la Subida), hasta la noche del reparto de los paquetes que les traían Sus Majestades los Reyes Magos de Oriente, en adelante Melchor, Gaspar y Baltasar, a lomos de sus caballos por la calle San Francisco.

“¿Has sido bueno?” “¿Seguro que sí? ¿No me engañas?”. Qué pena que se obligara a los tres reales magos a apearse de sus caballos por razones que sigo sin entender. Siempre nos quedarán las fotografías en las que se nos ve a los padres con cara de agobio aupando a nuestros hijos, o a algún que otro familiar entrado en años al que queríamos darle una sorpresa mayúscula, para recibir su paquetón tras echar una rápida charreta con el Rey al que ellos habían decidido enviar su carta echándola en los buzones instalados en la puerta de Juguetes Pacheco. Ojalá a alguien se le ocurra recuperar esa tradición navideña tan típicamente yeclana y Melchor y compañía repartan de nuevo sus regalos sobre sus equinos, dicho así porque soy muy fino. (Punto. Y aparte, que me pisa el caballo).

La Cabalgata de Reyes era el punto final a una Navidad yeclana corta pero muy intensa. En apenas tres semanas nos tenía que dar tiempo a montar el nacimiento colocando alrededor del portal las ‘figuricas’ de pastores, ovejas, romanos, Son Goku, súper héroes de Marvel, Toy Story, los Blues Brothers, monigotes de plastilina, coches, trenes y aviones, y todo lo que se les ocurría a mis hijos posar entre casas, cuevas y un río cutre de papel de plata para después pasar a levantar el árbol de Navidad comprobando un año más que solo funcionaban la mitad de las luces.

Y luego salir a toda pastilla cada tarde a recorrer la Ruta del Belén, parándonos a hablar con todo el mundo ante la desesperación de nuestros hijos, entre calles y escaparates relucientes y bolsas y más bolsas y alguna que otra cerveza a traición porque en todos los trabajos se fuma. En fin… La Navidad de siempre sobre la que no estoy contando nada que no hayan vivido todas las familias yeclanas en estas fechas que llegan de nuevo en una situación muy complicada pero que por nada del mundo debería sacudirnos de encima el espíritu de la Navidad.

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