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Lidia Pagán Martínez: “Yecla superó toda expectativa en la despedida a mi marido. Siempre tendré a sus vecinos en mi corazón”

Antonio M. Quintanilla

 Al cumplirse el décimo aniversario del repentino e impactante fallecimiento de Juan Miguel Benedito, alcalde de Yecla de 2003 a 2011, SIETE DÍAS ha querido recordar su perfil más personal con la persona que mejor le conoció. Su esposa, Lidia Pagán, que sigue teniendo presente en su vida a su marido día a día.

Primero, agradecerte que hayas accedido a esta entrevista. En segundo lugar, una reflexión que imagino compartimos todos estos días: ¡Cómo pasa el tiempo! ¡10 años ya!…

La verdad es que parece mentira que hayan pasado diez años desde que Juan Miguel se fue… Ha sido una década muy dura, pero me he volcado en el cuidado de mis dos hijos,  y también en mi trabajo como sanitaria y he estado muy arropada por mi familia y mi círculo de amigos. Con estos apoyos siempre se sobrepone uno mejor a una desgracia como la que tuvimos.

Desde el primer momento no quisiste que te llamaran viuda de… sino que siguiéramos refiriéndonos a ti como esposa de Juan Miguel Benedito… ¿Siempre lo llevas a tu lado?

Sí, lo tengo muy presente. A través de mis recuerdos, pero también en su imagen. En mi casa de Murcia tengo muchas fotografías suyas, y en la casa de Yecla aún quedan algunas también. Aunque el recuerdo más valioso está en mi interior. Pero sí. Sigue estando presente en mi vida y en la de nuestros hijos, como no podía ser de otra manera.

Habrán sido 10 años pensando en Juan Miguel 24 horas al día… ¿Pero en qué momento lo echas más en falta?

Se echa en falta siempre, la verdad. Lo que ocurre es que cuando hay fechas puntuales, o fiestas, siempre esa ausencia es más dura. Cuando llegan las Navidades lo sigo pasando mal porque eran una auténtica fiesta en mi casa. Él se volcaba en que los niños lo vivieran con intensidad. También en el día de su Santo le echamos mucho de menos.

Sucedió todo tan inesperadamente, tan rápido… ¿Qué recuerdos o imágenes imperecederas te han quedado para siempre de aquellos días?

Yo recuerdo dos imágenes muy impactantes. En primer lugar, el velatorio en el Ayuntamiento de Yecla. Me quedé asombrada, en mitad del dolor que sentía, al ver esos ríos de gente que querían despedirse de él. Vecinos que venían a despedir a su alcalde, que había sido reelegido hacía muy pocos meses. Yo era consciente de que la gente lo quería, pero en aquel momento tuve una certeza abrumadora

También el funeral en la Basílica fue algo extraordinario. Y yo, saqué fuerzas para estar en todo momento presente, porque eran los últimos momentos en los que podría estar con él físicamente. Y quería vivirlos. Fue realmente impresionante y es algo que agradeceré hasta el final de mis días.

¿Yecla y los yeclanos estuvimos a la altura en aquellos momentos?

Yecla superó cualquier expectativa en la despedida que le dio a mi marido. Siempre estará en mi corazón, tanto este pueblo como sus vecinos… Por eso yo sigo muy vinculada a Yecla. Tan pronto hace buen tiempo, nos venimos aquí. Siempre se pasa mejor el verano en Yecla que en con el terrible calor de Murcia, donde vivimos… En invierno vengo menos, la verdad. Pero mi presencia en Yecla es muy habitual.

¿Se puede hacer algo más para mantener viva la imagen de Juan Miguel?

Realmente, no sé si hay algo más que se pueda hacer. Yo debo decir que siempre he acudido a los homenajes y actos conmemorativos que se han celebrado en su nombre, el primero de los cuales fue en vuestro periódico, en aquella gala en el Teatro Concha Segura, poco después de que nos dejara Juan Miguel. Pero sí creo que su figura ha sido reconocida. Y estaré siempre muy agradecida por ello. Además, si en el futuro llega alguna distinción más, las autoridades o los colectivos de Yecla saben que estaré encantada de asistir.

Tus hijos… Ahora que han pasado 10 años, ¿Cómo recuerdan aquellos días?

Hay que tener en cuenta que eran muy pequeños y que estuvieron todo el tiempo acompañados por una familia de Yecla que los cuidó muy bien durante aquellos días terribles de primeros de septiembre de 2011. Mi hija, me reprochaba a veces  años después que no hubiera podido asistir al entierro de su padre, pero eran tan niños que yo quise protegerlos a toda costa. Ahora que ya es más mayor me comprende y entiende mejor esa decisión.

Lidia y Juan Miguel hoy ya son una mujer y un hombre de pies a cabeza. ¿Qué es lo que más recuerdan de su padre?

Ellos lo recuerdan. Sobre todo tienen presente todo el cariño que les dio. Momentos como cuando jugaba con ellos, o cuando se los llevaba por ahí de paseo. A mi hijo le cuesta nombrarlo, porque sabe que yo lo paso mal, pero sus recuerdos son todos muy buenos, porque él los adoraba… Era un padre muy volcado con sus hijos y eso, pese a que eran pequeños, un niño lo percibe claramente.

 

¿Qué rasgo de la personalidad de Juan Miguel te gustaría que hayan heredado tus hijos?

Bueno. Él, como médico que era había estudiado mucho y era algo que se le daba muy bien. Me hubiera gustado que hubieran salido igual de estudiosos (ríe) pero lo principal es que son buenas personas, igual que lo era su padre. Ahora los tengo estudiando FP, formándose para el futuro… Lidia es muy abierta y extrovertida, Juan Miguel es más introvertido pero ambos son muy buena gente.

 Vaya año y medio terrible con la pandemia… ¿Cómo la has vivido tú que eres sanitaria?

Pues estoy trabajando en la consulta de oftalmología del Hospital Morales Meseguer, y aunque no he vivido la primera línea de la lucha contra el coronavirus he estado, como todos, preocupada, por mis compañeros, por la sociedad en general, por los mayores que han sido tan vulnerables…  Creo que todos debemos aprender de los errores cometidos para que no vuelvan a pasar.

La pandemia ha desnudado las carencias de personal y materiales que se tienen en la Sanidad que es algo tan importante. Y me he acordado mucho de mi marido. Juan Miguel, como médico vocacional que era, se habría volcado en una situación tan excepcional como esta. Espero que lo peor haya pasado pero opino que  harán faltan unos años aún para volver a una normalidad.

 

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