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Llegan los «Premios al mejor titular»

Si nos enfrentáramos a la adversidad como lo han hecho cada uno de los galardonados, seguro que las cosas nos irían a todos mucho mejor.

Por Antonio MQuintanilla

Los Premios a la Mejor Labor que desde hace 12 años entrega esta casa tendrían que haberse llamado los Premios a los Mejores titulares del año. Sería la definición o denominación de origen más acertada porque las personas y entidades que reciben estos galardones (paisanas y paisanos todos y todas ellas), son quienes nos brindan los titulares más destacados y saludables de cuantos encabezan nuestras páginas a lo largo de todas las semanas. Uno ojea y hojea la prensa diaria con la impresión de que en los periódicos hay una mano negra que se empeña solo en destacar todo lo malo que ocurre a nuestro alrededor. Será porque las noticias agradables se venden peor; no lo sé y tendríamos que saberlo pues para algo nos dedicamos a lo que nos dedicamos desde hace ya mucho tiempo. El caso es que entre tanta información estridente que nos martiriza a diario, o semanalmente como ocurre en este periódico, aparecen como si entrara una corriente de aire fresco (ya sé que es una frase hecha y muy manoseada pero que ahora viene al pelo), todos los titulares que protagonizan los galardonados en cada edición de nuestros Premios.

Cada año por estas fechas ocurre una escena similar: cuando les comunicamos que han sido elegidos para recibir el reconocimiento público a la Mejor Labor nos dicen todos ellos la misma respuesta: Muchas gracias por acordaros de mí o de nosotros. Y a la vez nuestra contestación también viene a ser siempre idéntica: “De eso nada; somos nosotros los que siempre os tenemos que estar inmensamente agradecidos por el trabajo (la Mejor Labor), que estáis haciendo desde hace mucho tiempo”. Y no son palabras de nuestra cosecha. Alguien ya dijo que “el mejor galardón que pueden recibir las buenas obras es haberlas hecho. No hay otro premio más digno”. También me gustaría acordarme de quien escribió aquello de que en la vida no existen premios ni castigos sino que todo lo que hacemos tiene sus consecuencias, buenas o malas. Y son esas consecuencias las que precisamente se reflejan en los estimulantes titulares que abren la información sobre los galardonados de cada año en el mundo de la cultura, la sociedad, el deporte, la labor formativa…

Sin estos nombres propios que cada entrega escribimos con mayúsculas quizás serían bastante menos buenas las noticias que llenan estas páginas. Gracias a ellos, a pesar de tantos pesares, el vaso en el que flota nuestra vida está siempre más lleno que vacío. Dentro de una semana exactamente, el próximo jueves 25 de octubre, volverán a subir al escenario a recoger sus distinciones. Les escucharemos y aplaudiremos con mucha y merecida gratitud. Al día siguiente volveremos cada uno a nuestros ajetreos y a nuestros quebraderos de cabeza. Estos premios volverán a ser (o por lo menos con esa intención los seguimos manteniendo en pie), un bálsamo con el que reconfortarnos con nosotros mismos. Estamos demasiado obcecados en estos tiempos tan canallas con que todo lo que está ocurriendo a nuestro alrededor solo es desconcertante, injusto e infame. Sin embargo, estos premios son la prueba más palpable de que no estamos solos para combatir los males que nos acechan. Son la evidencia de que a nuestro alrededor hay muchos yeclanos cuyo ejemplo vale la pena copiar y pegar. Si fuéramos capaces de enfrentarnos a la adversidad con la misma perseverancia, ánimo y empeño con el que ellos han salido siempre adelante, seguramente las cosas nos irían a todos mucho mejor.

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