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viernes, 29 marzo, 2024
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Alicia en el país de la España vaciada

¿Quién quiere vivir en esos pueblos salvo un puñado de soñadores que fantasean con huir de la gran ciudad pero sin dejar de estar nunca conectados a internet?

Hace pocas semanas reproducíamos en la ‘Tribuna de debate’ un artículo publicado en La Verdad por su director, Alberto Aguirre de Cárcer, bajo el título de ‘Pensamiento Alicia’, aludiendo al término que ideó el filósofo Gustavo Bueno para definir en política “las metas que se persiguen sin explicar cómo se conseguirán. Un racionalismo simplista que no quiere tener conciencia de las dificultades que deben superarse para culminar cada reto”.

Y ese concepto de ‘Pensamiento Alicia’ me viene a la mente cuando escucho hablar de la España vaciada, de propuestas y brindis al sol para evitar la despoblación o de la plataforma ‘España vaciada’ que se está pensando dar el salto a la política. (Punto y aparte y vayamos, precisamente, por partes). Que nadie me tome por un avezado entendido en la España vaciada. Solo conozco de aquella manera un puñado de pueblos en proceso de despoblación en la provincia de Zamora, en la comarca de la Lampreana, en la Tierra del pan, que he tenido la oportunidad de recorrer en varias ocasiones acompañado de mi cuñada Miryam, más zamorana que el mismísimo Viriato. Multitud de pueblos muy pequeños de poco más de cien habitantes con ayuntamiento propio pero prácticamente ya deshabitados. Solo en fechas como verano o Navidad el rumor de la vida regresa a sus calles porque muchos hijos y nietos han decidido restaurar las casonas medio en ruinas de sus padres y abuelos para trasladarse allí durante fines de semana, puentes, vacaciones o en las bulliciosas fiestas del pueblo que atraen a los vecinos de los alrededores.

Pero en aquellos pueblos de dimensiones similares a las de Raspay no hay ni un solo comercio, solo algún bar, una iglesia en la que dan misa de vez en cuando y un maltrecho centro de salud al que supera en equipamiento cualquier ambulancia. Tienes que desplazarte a otros pueblos si buscas una gasolinera o para llevar al colegio a las cuatro criaturas que se ven por allí. Cuando alguien fallece avisan al tanatorio móvil para tener un sitio medio digno donde velar al difunto. ¿Quién va a querer vivir allí por mucho internet al que puedan conectarse o muchas ayudas que den para adquirir viviendas económicas? Solo un puñado de soñadores que fantasean con huir del agobio de la gran ciudad y poco más, y siempre que puedan seguir trabajando pegados a sus ordenadores.

La España vaciada se vacía sin remedio. En Yecla se abandonaron los grandes caseríos rurales donde en épocas pasadas vivieron nuestros antepasados y hoy la mayoría de gente que trabaja en el campo regresa por la noche a su cómoda casa del pueblo. Nada puede evitar que la España vaciada termine de vaciarse irremediablemente. Una solución para que esos pequeños núcleos no acaben bajo los escombros sería reconvertirlos en segundas viviendas, en opciones vacacionales de descanso y esparcimiento donde pasar temporadas respirando tranquilidad y naturaleza. Pensar lo contrario es caer en la trampa del quiero y no puedo que define al ‘Pensamiento Alicia’.

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