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La vida sigue

Quizás ha llegado ya el momento de mentalizarnos de que tenemos que acostumbrarnos a convivir, 19o a malvivir, con este virus

Soy de las personas que desde el primer día que estalló la pandemia ha hecho lo posible por seguir las medidas de prudencia. Principalmente porque también soy de los que tienen mucho miedo a contagiarse. La edad, que no perdona. Y en estos casos extremos la edad perdona mucho menos. En lo que va de año llevo en el cuerpo seis vacunas: las tres contra el coronavirus, dos de la gripe y una de la neumonía. Por el momento ninguna vacuna ha alterado mi salud, aunque hablando de salud lo que realmente me tiene trastornado es la constante y machacona preocupación que nos está causando la pandemia con la que nos estamos levantando y acostando durante ya tantos meses. (Punto y aparte).

Estos días lo intentaba explicar en Facebook rebatiéndoles los que están poniendo en duda las campañas de vacunación. Más concretamente decía lo siguiente. Me copio y me pego: El problema es que la gente confunde, y remarco lo de confunde, la discutible gestión del Gobierno durante esta crisis sanitaria, con la incuestionable efectividad de las vacunas. Lo primero se puede discutir hasta la saciedad y seguramente no nos pondremos de acuerdo. Pero lo segundo es incuestionable: las vacunas están demostrando ser altamente eficaces: han disminuido tajantemente la mortalidad y el colapso en los hospitales. Lo demás es política y obcecación por parte de quienes no quieren vacunarse por extravagantes y grotescos motivos, pecando por ello de indecentes y egoístas y demostrando que toda la desgracia que hemos y estamos padeciendo les importa un rábano.

Todo el mundo se debería vacunar aunque sólo fuera por respeto hacia los fallecidos por Covid-19 y hacia toda la gente que se ha jugado y se sigue jugando la vida por nosotros, luchando contra el coronavirus y todos las variantes y mutaciones que han venido detrás. Tengo muy claro que la vacuna tendría que ser obligatoria sí o sí y, ¡¡por supuesto!!, los impresentables negacionistas que se contagien que paguen con su dinero a la Seguridad Social todos los tratamientos que haya que aplicarles para devolverles la salud, o que se vayan a un hospital de paga. (Punto y aparte y acabamos).

Dicho lo cual, a pesar de todas las evidencias y explicaciones no podemos hacer oídos sordos al malestar surgido entre muchos yeclanos ante las aglomeraciones que se han producido en las Fiestas de la Virgen. Sobre todo entre los hosteleros que ante el nuevo aumento de contagios ven peligrar la Navidad. La verdad es que tienen toda la razón. Pero quizás ha llegado ya el momento de mentalizarnos de que nos tenemos que acostumbrar a convivir o, mejor dicho, a malvivir, con este desgraciado virus que por ahora no tiene ninguna pinta de querer marcharse. Cumpliendo y animando a cumplir las leyes y normativas que nos dicten los responsables sanitarios. La vida sigue y no podemos detenerla porque vivir con miedo es lo mismo que morir en vida. Al menos, en mi caso.

 

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