Nuestros políticos locales tienen la obligación moral de transmitir a sus ‘jefes’ regionales y nacionales que los yeclanos estamos hasta el gorro
Antonio M. Quintanilla Puche
Siempre le insisto al heterogéneo equipo de articulistas de esta casa que a ser posible hablen en sus columnas de temas relacionados con Yecla. Somos un periódico local y como tal los asuntos que agitan Yecla son los que más atraen el interés de nuestros lectores. Pero hay cuestiones de índole estatal que también están copando las preocupaciones de este pueblo debido a su envergadura (¡menuda grosería más gorda nos sale si troceamos la palabra envergadura!). Voy al grano: imagino que todos en Yecla estamos hasta el gorro, o sea, muy cabreados, con los escabrosos titulares sobre la corrupción que campa a sus anchas en la política. Desayunamos, comemos y cenamos un menú diario que se nos atraganta masticando la impresentable corrupción, a todas horas y en todas sus putrefactas variedades. ¿Y qué podemos hacer desde Yecla para ver si entre todos pusiéramos fin a tanta descomposición, aunque va a ser que no? Lo mejor puede ser mirar la corrupción desde el punto de vista de este pueblo. Y no es que yo vaya a destapar aquí ningún caso de corrupción local. Por ahora toda esa morralla de delincuentes con escaño que abren los informativos como si se tratara de ‘El caso’ surgen en los círculos de la alta política. Por eso preocupa y mucho que esté calando tanto en Yecla la idea de que todos los políticos son iguales. Me consta que muchos políticos locales las están pasando canutas porque la gente sin dos dedos de frente los está metiendo a todos en el mismo saco. (“Todos los políticos son iguales, sean de donde sean”, vociferan algunos en tabernas y demás abrevaderos).

La política yeclana juega en el mismo equipo pero no podemos medirla con la misma vara. Sería como culpar a un equipo de juveniles de los descalabros de su equipo titular en primera división. Nuestros políticos municipales visten la misma camiseta pero juegan en una categoría muy distinta. Sin embargo, aunque no tienen nada que ver creo que sí han de imponerse un compromiso ético con Yecla y sus votantes de Yecla: en sus ejecutivas, asambleas, comités, convenciones y congresos regionales y nacionales tienen la obligación moral de trasladar a sus directivas y ‘jefes’ regionales y nacionales el cabreo y el hartazgo de Yecla hacia la política y que si esto no cambia va a llegar un momento en que nadie quiera acercarse a las urnas a votar. Esa es hoy la gran responsabilidad de nuestros políticos yeclanos ante el incesante chaparrón de corrupción que nos tiene a todos a punto de explotar. Porque, aun defendiendo a capa y espada que todos los políticos no son iguales, seguro que coincidiremos ustedes-vosotros y yo en que mucha culpa de este insoportable atropello la tienen en gran parte la equivocación de todos los partidos por alegrarse y frotarse las manos cada vez que al adversario político le explota un caso más de corrupción, porque así tienen munición de la buena para hincarle el diente en la yugular y hundirlo. Pero luego la corrupción le da la vuelta a la tortilla y son ellos el blanco porque los casos de corrupción les estallan en las narices dentro de sus propios paridos. Hasta que no nos mentalicemos de que la corrupción no tiene ningún color político no llegaremos a ninguna parte.













