Fue uno de los yeclanos determinantes para que la industria del mueble en Yecla llegara al nivel que tiene en la actualidad
Antonio M. Quintanilla
Hace muchos años el Ocaso repartía pasquines funerarios por bares y cafeterías para que los parroquianos nos enterábamos de quien había fallecido. Mi tío Pablo Corbalán coleccionaba aquellas esquelas que recopilaban para él sus amigos de Yecla y que se llevaba a Madrid donde como oro en paño las guardaba en varias cajas. Recuerdo inolvidables veladas repasando cada uno de los motes, algunos de ellos despiadados, porque en aquellas necrológicas lo más llamativo eran los apodos sin los cuales a veces era imposible adivinar la identidad del difunto. También es cierto que cuando fallecía algún paisano muy conocido no hacía falta esperar a leerlo en los avisos funerarios del Ocaso o escucharlo en las necrológicas de Radio Yecla. Paradojas de la vida cuando la vida se acaba: en los pueblos los muertos corren a la velocidad del rayo, de boca en boca, y Yecla no iba a ser menos. Y si no que se lo pregunten a Ermerinda y Aurelio, que casi antes de haber fallecido su padre en Murcia el pasado lunes ya se había enterado toda Yecla y parte del extranjero.
El que no conocía a Aurelio Roses no es de Yecla, de la que estaba impregnado hasta el tuétano. Lo sé perfectamente porque era uno de los amigos más íntimos de mi padre; de hecho ha sido el último amigo de mi padre en marcharse. Además de su carácter extrovertido, conversador, simpático a más no poder y amable (también tenía una admirable memoria que le ha acompañado durante los 98 años de su vida), Aurelio fue uno de los yeclanos determinantes para que la industria del mueble de nuestro pueblo saliera volando hasta donde ha llegado hoy. La Madera lo recuerda como uno de los precursores de la Escuela de Maestría Industrial. “El maestro Aurelio Roses”, lo llamaron siempre sus alumnos de ebanistería añorando, y agradeciendo, las clases en las que les enseñó a tallar la madera, entre gubias, cinceles, formones, escoplos, cepillos, y mucha, mucha viruta, y que resultaron esenciales para que poco a poco fueran surgiendo las primeras fábricas de muebles que alumbró Yecla en la década de los 70 y 80. Su papel también fue decisivo para impulsar la Feria del Mueble en unos años en que a Yecla, y mucho menos a sus fabricados, no la conocía nadie más allá de “Pasico del gato”.
Una muestra de su ingenio y destreza como maestro de maestros tallistas podemos admirarla en los escudos de todos los pueblos de la Región de Murcia que donó al Ayuntamiento y que están expuestos en el salón de plenos. Por lo demás, Aurelio Roses era un hombre profundamente culto y amante del arte y la pintura. En su casa atesora más, bastante más, de cien cuadros originales de los muchos artistas que conoció y con lo que estuvo en contacto siempre. No quería decirlo porque es una frase muy manoseada, pero podría estar horas y horas hablando de Aurelio Roses, de su pasión por la Semana Santa o su lealtad sin fisuras hacia Cruz Roja. Basten estas breves líneas para que las nuevas generaciones se hagan una idea de quién fue Aurelio Roses y que gracias a pioneros como él Yecla es hoy una ciudad próspera donde a nuestros jóvenes no les faltará nunca trabajo.