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Yecla
lunes, 14 julio, 2025
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Incómodos adjuntos

Juan Muñoz Gil

“Algunas personas causan felicidad a donde van, otras lo hacen cuando se van”. Y hoy día tenemos a algunos de estos personajes cansinos pululando por las altas esferas. Este aforismo, atribuido a Oscar Wilde, por esa circunstancia de crea fama y échate a dormir, es sin embargo un dicho repetido en el argot literario del mundo anglosajón. Pero a lo que vamos.

En todo clan, cuadrilla, familia, reunión de amigos, velada, tertulia, donde es costumbre debatir o simplemente escuchar, por esa circunstancia social tan necesaria como es la comunicación, nunca falta algún elemento anodino impertinente o simplemente pelmazo, ante la reiteración que estos copartícipes, presentes en cualquier corro o colectividad, dispuestos siempre a dar la nota, generalmente deslucida e inapropiada, pero soportada con estoica resignación por parte de los sufridos concurrentes, al ser vital la necesidad humana de compaginar pareceres y opiniones entre unos y otros.

La personalidad yeclana por su carácter peculiar respecto a sus vecinos, ya que al quedar Yecla rodeada por pueblos de tres provincias, es causa de una idiosincrasia distinta fomentada por el aislamiento durante siglos, aunque la existencia de elementos inoportunos se da en todas las comunidades. Esta situación siempre ocurre, aunque hay momentos que según la condición de aguante de cada uno se podrá persistir en el meollo de una conversación, bien resistiendo por educación, civismo o mera cortesía, tras toda una ristra de sandeces emitidas y, lo peor, cuando acaban siendo injuriosas o simplemente dañinas a la ética o moral de los contertulios.

También están los aciagos inocentes, a quienes se llega a soportar por caridad o misericordia, y no menos los pelmazos poderosos a los que hay que obligatoriamente aguantar y a la vez sonreír por exigencias del guión preestablecido, donde el potentado acaudalado disfruta de una preferencia ventajosa por su mera eventualidad posesiva al rodearse estas personas de un halo de supremacía.

También se pueden incluir en esta tanda a los políticos, obligados a mentir por exigencias del guión, que aun sin haber sido elegidos directamente sino en listas unitarias, el resignado votante deberá sufrir y sobrellevar, por respeto a la instituida Democracia, aceptando las consecuencias buenas o malas, de algunos desvergonzados electos que, erre que erre, insisten sin que hasta sus propios seguidores les toleren, aunque lo penoso de la situación es que dichos implícitos siguen cobrando dinero público a la vez que motivan un descontento generalizado manteniéndose como una rémora hasta para sus propios cofrades coetáneos.

D. José Martínez y Martínez del Portal, funcionario que fue del Ayuntamiento y poeta, por el hecho de haber nacido en Argentina y sintiéndose genuinamente yeclano, decía que el nacimiento en sí era un accidente. Lo importante para cualquier persona acaba siendo la identidad adquirida durante la vida vivida. Así los pelmazos, resentidos o decepcionados, suelen acometer presencias negativas en una conversación o convivencia generacional, motivo del desconcierto causado con sus desdeñables intervenciones o también porte contradictorio al habitual del lugar, incapaces de integrarse y sin ceder un ápice a pesar de la evidencia. La razón y la verosimilitud se trastocan al querer imponer el resquemor o resabio acumulados durante vivencias en entornos atípicos por circunstancias que no se han podido o sabido afrontar, conllevando desavenencias y sufriéndolas quienes se ven obligados a convivir con éstos extrañados personajes.

Y así podríamos contemplar una ristra de elementos en todos los campos, como ocurre en el deporte, sobretodo en el fútbol, donde se generan comportamientos totalmente irracionales, o conduciendo un vehículo, donde se viven situaciones de arrebatos increíbles que nadie asume como propio hasta que se recapacita tras el incidente… Pero donde una conversación parlanchina alcanza cotas insoportables ocurre en cualquier sobremesa, corrillo o arrejuntamiento, cuando personas intolerantes y tozudas con ideas políticas o religiosas antagónicas intentan imponer su particular convencimiento, y la conclusión más realista en estos casos es “apaga y vámonos, que al final nos acabará costando la torta un pan”.

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