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Yecla
viernes, 26 diciembre, 2025
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Un fenómeno único en Yecla

Del Santuario del Castillo al Portal de Belén (o a Rovaniemi, en Laponia, Finlandia, donde se ubica la residencia oficial de Santa Claus)

Antonio M. Quintanilla Puche

Yecla vive un fenómeno único que quizás ninguna otra ciudad pueda contar: el tránsito casi instantáneo de unas las Fiestas de la Virgen, cargadas de tradición y pólvora, a jubilosa, distendida y dicharachera Navidad. En Yecla el tiempo se comprime y se convierte en un entretiempo, en un instante en el que la ciudad cambia de piel sin apenas darse cuenta. Las Fiestas de la Virgen, con su intenso ritual, son el corazón de diciembre en Yecla. Durante días, la ciudad se vuelca en honrar a su Patrona con disparos de arcabucería que retumban en cada esquina. Es un tiempo de fervor, de identidad y de memoria colectiva que se renueva año tras año. Pero lo más genuinamente yeclano es que justo cuando el eco de los disparos se apaga y las bandas de música descienden del Santuario, la Navidad irrumpe sin pedir permiso. No hay tregua: los mismos instrumentos que acompañan la subida de la Virgen con himnos, marchas y pasodobles se transforman en melodías navideñas y villancicos. Este fenómeno es a la vez mágico y de desconcertante. En otras ciudades la Navidad se instala bastante semanas antes, con escaparates iluminados y villancicos sonando desde finales de noviembre.

En Yecla, la Navidad espera paciente a que la Virgen regrese a su Santuario. Solo entonces los yeclanos sienten que ha llegado la Navidad. Es como si la ciudad necesitara cerrar primero su capítulo más íntimo y solemne antes de entregarse al bullicio navideño. Ese entretiempo, representa la capacidad de Yecla y los yeclanos para vivir dos tradiciones intensas sin que una eclipse a la otra. La Virgen y la Navidad no compiten: se suceden, se enlazan, se abrazan. Todo en cuestión de unos minutos: el tiempo que tardan los yeclanos en despedir a su Patrona en el Castillo para acto seguido emprender el camino de regreso a Yecla. Quizás, visto desde fuera, algunos podrían pensar que esta arraigada costumbre “decembrina” roba a la Navidad parte de su emotividad. Pero en realidad, lo que ocurre en Yecla es que la Navidad se concentra, se intensifica. Al llegar de golpe, se vive con más fuerza, como un regalo inesperado que se abre de pronto. La ciudad entera se sumerge en un ambiente festivo que no necesita preámbulos: basta con que la Virgen haya vuelto a su casa para que la Navidad pueda comenzar. Este entretiempo peculiarmente de aquí es otro reflejo de la identidad yeclana: intensa, apasionada, orgullosa de sus tradiciones y capaz de vivirlas sin medias tintas. En Yecla no hay espacio para la tibieza. Se honra a la Virgen con toda el alma y, al día siguiente, se celebra la Navidad con la misma entrega. Esa sucesión vertiginosa es lo que hace de Yecla un lugar distinto, donde el calendario no dicta las emociones, sino que las emociones dictan el calendario. Quizá ese sea el verdadero encanto de este entretiempo: recordarnos que las fiestas no son solo fechas, sino vivencias compartidas. Del Santuario del Castillo al Portal de Belén, (o a Rovaniemi, en Laponia, donde se ubica la residencia oficial de Santa Claus), Yecla nos enseña cada mes de diciembre que la tradición y celebración más populares pueden convivir perfectamente de la mano. Feliz Navidad.

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