Como mucho, en verano una sola obligación: leer el periódico todos los días tras el café mañanero con unas gotas espirituosas de Justerini & Brooks
Antonio M. Quintanilla Puche
Espero que, salvo fuerza mayor surgida de inesperados acontecimientos, hayan pasado ustedes las mejores vacaciones de su vida que siempre suelen ser la últimas vacaciones que hemos disfrutado. Bienvenidos y bien hallados. Y no lo digo por cumplir, aunque un poco sí porque es lo más correcto en esta semana en la que cada mochuelo hemos vuelto a nuestro olivo. ¿Mis vacaciones? Muy bien, excelentes. Gracias. Otra prueba superada con el único y principal objetivo alcanzado que no era otro que dedicarme en cuerpo y alma a no hacer nada, a base de grandes dosis de relajación, descanso y holganza. Sin horarios, ni agenda, ni deberes, ni compromisos. Solo cargando las pilas, como suele decirse cuando no se te ocurre nada mejor que decir. Como más se gozan las semanas de veraneo es dejándolo todo a la improvisación, pasando olímpicamente hasta de uno mismo porque la trifulca con uno mismo suele ser el mayor quebradero de cabeza que interrumpe siempre nuestro buscado encierro estival. Te levantas y te acuestas cuando te lo pide el cuerpo y entre medias ya veremos.
El reloj y el móvil, apagado y fuera de cobertura y a ser posible pasando unos días donde no te conozca nadie. Y como mucho, una única y placentera obligación: leer la prensa todos los días. Un café mañanero en el bar, con unas gotas espirituosas de Justerini & Brooks, el primer BN del día y dos bostezos o tres más para hacer hambre antes de almorzar mientras te acercas al kiosko más cercano a comprar dos periódicos, siempre dos periódicos para contrastar lo que se cuentan unos y otros. Es la forma más inequívoca de evitar que nos den gato por liebre con las noticias políticas, porque las noticias políticas son las únicas que tenemos que leer con ojo avizor, sin bajar la guardia. El resto de informaciones pueden leerse de manera plenamente relajada, gozosa y confiada. Cuando leemos un periódico nos empapamos de la realidad social en la que vivimos.
Los periódicos te hablan cine, teatro, libros, ciencia, gastronomía, como si nos asomamos a una ventana por la que miramos (y desciframos) el mundo seguros de que nadie nos vigila a través de una cámara ni oye nuestras conversaciones; ni nos intentan infectar con virus, ni van a robar nuestros datos para enviarnos publicidad a porrillo que luego tendremos que ir espantando de nuestra vista como si nos hubiéramos colado en un avispero. Cuando leemos un periódico nadie puede engañarnos con mensajes o fotografías creadas con inteligencia artificial; nos detenemos en la sección que mejor nos parezca y pasamos página solo cuando lo decidimos nosotros sin que nos avasallen ni atropellen con trolas y camelos a cada segundo. Y si no nos ha dado tiempo a leer el periódico de cabo a rabo podemos retomarlo cuando nos dé la real gana sin necesidad de recurrir a ningún buscador, sin estar preocupados por si nos quedamos sin batería o cobertura para llegar hasta las últimas páginas. ¿Qué más se le puede pedir al verano que disfrutar leyendo dos periódicos, siempre dos periódicos como mínimo, mientras poco a poco vas cayendo en brazos de Hypnos y de Morfeo?