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Yecla
martes, 5 agosto, 2025
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Andrés Soriano no se ha ido

Antonio M. Quintanilla

En Yecla, donde el viento lleva consigo ecos de partituras y abrazos, ha partido un hombre cuya vida fue afinada con la clave del alma: Andrés Soriano Soriano, mecánico de oficio y músico de vocación por convicción, dejó este mundo la pasada semana, el domingo 20 de julio, pero su melodía permanecerá, como una nota sostenida que se niega a extinguirse.
En su taller, entre motores, herramientas y grasa, latía también la música. Cada ajuste, cada tornillo apretado parecía seguir el ritmo de un compás invisible. Pero cuando llegaba la hora de abrazar la tuba, su tuba, Andrés se transformaba en parte de un todo, en una voz profunda que no hablaba con palabras sino con esas vibraciones sonoras que emocionan sin explicarnos el porqué y que dan vida a la música.

Durante décadas fue miembro entrañable de la Banda Sinfónica de la Asociación de Amigos de la Música de Yecla, de la que fue uno de sus fundadores junto a otros músicos de raza como él, donde jamás buscó ser el centro, pero siempre fue el soporte. Lo recuerdan sus compañeros como un pilar silencioso que nunca faltaba en los ensayos, el que sabía cuándo intervenir con sabiduría, cuándo callar con respeto, y cuándo dejar que el instrumento dijese lo que las palabras no alcanzarán nunca a pronunciar. Porque la música es el alma de los sonidos del silencio.

Fuera del ámbito musical, Andrés fue esposo incondicional y entregado, padre ejemplar y abuelo entrañable. Su familia guarda hoy su memoria no solo en fotos, sino en gestos, palabras y enseñanzas de vida que Andrés les transmitió como una melodía heredada. Cada uno de sus hijos y nietos, junto a su inseparable Águeda, llevará siempre una parte de su armonía consigo, y la tocarán las partituras que solo sabe interpretar el corazón durante el resto de sus vidas.

En el atrio, a las puertas de la Basílica, sus compañeros de la Banda alzaron sus instrumentos al cielo y entonaron la marcha más sentida, dando voz a ese idioma sin traducción que solo los músicos comprenden: el de la despedida a un compañero con respeto, dolor y cariño.

Andrés no se ha ido. El eco de las notas de su huella resonará siempre en el aire, en las calles de Yecla por donde su música tantas veces caminó, y en el corazón de todos los que tuvieron la inmensa suerte de conocerlo y seguirán tocando mientras lo recuerdan para que su recuerdo nunca se apague.

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