En unas elecciones municipales valorar más la política nacional que la política local sería algo así como traicionar a nuestros políticos yeclanos
Antonio M. Quintanilla Puche
Para curarme en salud de cara a los articulistas de este periódico a quienes siempre les repito hasta el empacho que se inspiren preferentemente en asuntos de enjundia local, porque son los que tocan más de cerca a nuestros lectores, (aunque de paso siempre me cubro las espaldas añadiendo el consabido “haz lo que yo diga pero no lo que yo haga”), comenzaré diciendo que aunque a primera vista estas “Crónicas” de hoy parezcan alejadas de la actualidad yeclana no hay tema en estos días con más meollo local que todos los corrillos en los que discutimos sobre un posible adelanto de las elecciones nacionales para que las tormentas que están embarrando la política en los Madriles no salpiquen (o sea, no perjudiquen, o sea, no joroben, o sea, no hagan la jodienda, que casi nunca tiene enmienda) a los partidos locales y regionales que comparten siglas con el Gobierno de la Nación. O justamente también todo lo contrario. Como decía mi abuela, (bueno, no sé si lo decía mi abuela pero lo añado yo porque así parece que la frase vaya a sonar con más bombo), “al revés te lo digo para que me entiendas”, lo que significa que por las mismas el tan debatido adelanto electoral a la vez que beneficiaría a los afines locales al Gobierno, podría favorecer igualmente a los contrarios, adversarios, oponentes o sencillamente los otros.
Seamos sinceros, o al menos demos la impresión de que tratamos de serlo: en uno y en otro caso resulta tremendamente injusto, que en pueblos como el nuestro, y como estamos viviendo en todos los telediarios y portadas de todos los periódicos, los trapos sucios de la política nacional sean los que más puedan llegar a influir en el escrutinio de unas elecciones municipales. Influir para bien o para mal, para subir o para menguar, según desde las ventanas del partido que día tras día nos asomemos para ver cómo está el patio. Tan injusto es que un partido gane las elecciones en Yecla porque el Gobierno lo está haciendo peor imposible como que un partido pierda las elecciones en Yecla porque a la hora de elegir nuestra papeleta los votantes vayamos a tener más en cuenta lo que se cuece en la capital, a más de 300 kilómetros de distancia, que lo que ocurra aquí, en nuestra muy noble, leal, y fidelísima, conforme a la medalla que en el 1.700 y pico nos colgó Felipe V para agradecernos nuestra pasión borbónica (ojo, no confundir con nuestra también otra pasión ‘bourbonica’). Sería algo muy parecido a traicionar a nuestros políticos locales, valorando en las urnas más lo que hacen sus compañeros de partido en Madrid que las horas y horas que los de aquí dedican a Yecla en beneficio nuestro. Una irremediable consecuencia de los daños colaterales que conlleva la política, y que también es un riesgo que asumen en el sueldo tanto los que cobran del Consistorio como los que llegarían a tener una nómina municipal si el recuento final así lo consintiera. Creo que, ahora o cuando toque, cuando llegue la hora de votar en Yecla no tendríamos que olvidarlo. O al menos tendríamos que sopesarlo un poco bastante más. Vamos, digo yo. Por decir algo.