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sábado, 28 junio, 2025
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Polémica callejera

Juan Muñoz Gil

Hablamos de las cosas, cuestiones que surgen en toda conversación, de lo buena o mala que son o pueden acabar siendo, dichos con los que se sustenta cualquier coloquio y pueden afectar o no a determinados contertulios por la culpa encausada en el farragoso arrebato parlanchín, ya sean familiares, políticos, amigos, cómplices o colaboradores, y el móvil que suscita la fuente de la conversación se relega en la confusión del debate y nunca se acaba contemplando el porqué de las cosas que se tratan.

En estos momentos se están reformando calles de la ciudad, ampliando sus aceras para que los peatones puedan circular más libremente por ellas, eliminando con esta determinación gubernativa el aparcamiento de coches, y se critica no haber preparado de antemano un parking o estacionamiento previo. Hay que ver la de comentarios adversos que se están suscitando por esta determinación municipal de ampliar los andenes callejeros que sin duda permitirá pasear y a la vez poder charlar en pareja o grupo sin que la interferencia de un vehículo impida ese vital acto comunicativo entre las personas, y que en el trayecto de casa al trabajo, a la compra, de visita, a la iglesia los que vayan, o solamente caminar un día de fiesta del brazo de la pareja o a la vera de un amigo, no será obligado romper el lazo humano tan imprescindible en estos tiempos por el impedimento que normalmente los vehículos suelen ocasionar.

Esa amplitud facilitada de ahora en adelante en las aceras podrá permitir volver a las tertulias de antaño tan habituales en los barrios, donde cada vecino sacaba su silla a la fresca y cada cual contaba hechos reales o supuestos, cuando el verdadero problema era no tener con quien debatir, y al ser el silencio mal consejero acaba por corroer por dentro cuando no hay alguien a tu lado que acomode una sugerencia, consejo o idea al propio entender. Sin duda estas transformaciones callejeras van a dar pie a poder revivir el hermanamiento propio de siempre, que televisiones, tablets, músicas estrambóticas, whatsApp, confusos anglicismos, extraños códigos QR, han acabado por enmudecer y amordazar a personas sencillas, negándoseles participar en cualquier conversación elemental y campechana, y solo la calle, habilitada para el vecindario, podría retornar la normalidad perdida. Aunque todo ello será posible si los conductores de patinetes y bicicletas no lo impiden, ya que sin haber concluido todavía la obra se observa con desazón como ya van tomando posesión de los pulidos andenes y hasta han ocasionado alguna que otra colisión a distraídos peatones ensimismados en la placidez que el encanto de la obra suscita, o también el enojo por haber tenido que dejar el coche en el culo del pueblo.

Visto lo visto, será imprescindible la presencia continua de la Policía Local, pero que sea patrullando a pie, callejeando las zonas peatonalizadas y a la vez tomar conciencia cívica del vecindario que religiosamente les paga, garantizando su seguridad y a la vez vigilar la conservación de la obra pública, misión exclusiva a ejecutar en la localidad que custodian. .Debido a la magnitud de la obra emprendida, es evidente que se hayan motivado enconadas polémicas frente a opiniones dispares en cuanto a la efectividad de dejar solamente la calzada para el tránsito de vehículos, eliminando aparcamientos en una zona céntrica de la población, porque, al ser el coche la herramienta imprescindible en un pueblo con unas cuatro mil casas veraniegas, y un elevado tanto por ciento de hábitats permanentes en el campo, su uso requiere de un imprescindible lugar estanco para poder disfrutar, unos y otros, de las acogedoras avenidas reformadas.

Y como siempre, será la rutina diaria el criterio consensuado que acabe solucionando la enconada disputa entablada con motivo de la obra, elogiada por los peatones y refutada por desasistidos conductores, hasta que la dificultad de aparcar, ya generalizada en todo el país, se asuma como algo más del día a día, requisito ineludible en un mundo evolucionando, quiérase o no, a cotas inconcebibles de antemano, pero confiando en el novísimo evento de la Inteligencia Artificial que sin duda será la solución de esta y cualquier otra turbación que se vaya presentando.. Eso sí, sólo callejear será un deleite que compensará, entre tanto, esas veleidades que la vida moderna acarrea.

 

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