Ojalá hayan espectadores, aunque sean pocos, que valoren la ingente cantidad de colaboradores que hay detrás de cada acontecimiento
Antonio M. Quintanilla Puche
A punto ha estado este artículo de titularse “Los que nunca se ven en Semana Santa, ni en las Fiestas de San Isidro ni de la Virgen, ni veremos tampoco en la Romería de San Marcos del próximo domingo 27 de abril, ni en la Feria del Mueble ni en la de septiembre”. Pero en este periódico no tenemos ninguna maqueta para insertar una parrafada tan grande como cabecera de esta columna, por eso lo hemos dejado en un muy breve “Los que nunca se ven pero siempre están ahí”. Porque por las mismas el encabezamiento de estas líneas también podría haber sido “Los que nunca se ven en una obra de teatro, ni en una película en la tele o en el cine, ni en una competición deportiva…”, y no sigo para no hacerme un tostón. Me estoy refiriendo al gigantesco trabajazo de muchísimas personas que queda oculto siempre detrás de cualquier acontecimiento que logra la plena aceptación del público. Por ejemplo, siempre me ha llamado la atención en las películas los interminables títulos de crédito que desfilan delante y al final, enumerando a todas las personas y equipos que han contribuido a su realización.
Guionistas, productores y asociados, cámaras y fotografía, operadores y técnicos, sonido, edición, montaje y mezcla, iluminación, decorados y localización de exteriores, música, compositores, diseño, escenografías, vestuario, maquilladores, peluqueros, efectos especiales, extras, dobles y figurantes, distribución, marketing, promoción… Como se suele decir, y ahora mejor dicho que nunca, sale hasta el apuntador. Y sin embargo solo nos quedamos casi siempre y únicamente con el nombre de los actores principales y el director, en el caso de que los actores principales y el director sean famosos porque como no los conozcan ni en su casa a la hora de comer la película en cuestión nunca llamará nuestra atención salvo en muy contadas excepciones. Dicho sea sin andarnos tanto por las ramas y aterrizando, que es gerundio: es lo mismo que ha vuelto a ocurrir esta pasada Semana Santa en Yecla y que, como estamos comentando, irremediablemente volverá a suceder muy de nuevo en San Marcos, San Isidro y etecé, etecé. Es muy injusto pero así es. Ojalá hayan espectadores, aunque sean pocos, que se den cuenta y valoren la ingente cantidad de colaboradores y organizadores que hay detrás de cada evento multitudinario, porque el éxito de este tipo de celebraciones no ocurre por casualidad ni por arte de magia.
La parte más visible siempre será, con el Cabildo al frente, las cofradías, hermandades, bandas de música, (por cierto, menudo revuelo se ha montado este año con la decisión de que ninguna formación musical interprete una última pieza en el atrio para despedirse de cada procesión por la puerta grande, que en este caso es la puerta grande de la Basílica). Para hacer justicia y que no quede nadie sin su merecido reconocimiento, un día tendríamos que poner nombre y apellidos a todas esas personas que no salen en ninguna foto ni galería de imágenes pero que están ahí durante 365 días para que, como ha vuelto a ocurrir este año, cada momento semanasantero transcurriera como todos esperábamos.