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28-M: O UNA COSA O LA OTRA

No me parece en absoluto correcto que en las listas se presenten candidatos con responsabilidad en asociaciones, colectivos, clubes…

No se vaya a pensar ningún lector que de aquí a mayo voy a estar a todas horas dando la tabarra con las Eleciones Muncipales, que como quien dice ya están a la vuelta de la esquina. Cierto es que la cita electoral nos mantiene ya con las orejas y los ojos muy abiertos, intentando andar con pies de plomo para que nos salpique lo menos posible. Los partidos políticos no suelen practicar la autocrítica ni de lejos: el primero que pasa por la puerta se convierte en blanco perfecto para echarle las culpas de todos los pronósticos, conjeturas, recuentos, y porras fallidas que las urnas han echado al traste y en contra de lo que vaticinaron durante la precampaña de la campaña y la campaña de la campaña propiamente dicha.

Los culpables de no haber obtenido los resultados electorales que auguraron los partidos siempre son los otros, los que sean, pero los otros. Dentro de cuatro meses lo veremos. (Punto y aparte tras esta brasa introductoria). Como digo, no es mi intención dedicar más ‘Crónicas yeclanas’ de la cuenta a la cita electoral de 28-M, aunque caerá alguna más que llevo en mente, pero tras escribir hace dos semanas sobre el ambiente que creo yo, aunque a lo mejor me equivoco como de aquí a Archena, que se debe vivir en los partidos concretando las candidaturas, se me quedó en el tintero del teclado un puntilloso asunto que alguna vez hemos tocado de refilón y al que ahora por fin quiero hincarle el diente: No me parece en absoluto correcto, es más, creo que innecesariamente pone en riesgo la pacífica convivencia ciudadana, el hecho de que en las listas se presenten candidatos que desempeñan cargos de responsabilidad en asociaciones, colectivos, clubes, etecé, etecé. O una cosa o la otra.

En mi opinión (normal, pues no va a ser en opinión de mi vecino de abajo), mezclar la política con el asociacionismo no lleva a buen puerto y solo provoca situaciones de malestar dentro y fuera de las asociaciones. Por si alguien no se había dado cuenta, vivimos en un pueblo donde todos nos conocemos. Conocemos hasta gente que no desearíamos haber conocido nunca o que siempre agradeceremos haber conocido. Eso significa que quienes están al frente de esas asociaciones se convierten en la imagen de todos los asociados.

Por eso la cara más visible de las asociaciones tiene que estar lo más alejada posible de la cosa política por respeto a sus miembros. Para evitar encontronazos y erróneas interpretaciones, la imparcialidad, o sea, el color neutro, es la manera más razonable y aséptica de presentarse ante el equipo de Gobierno, la oposición y los propios asociados. No hay que ser un lince de los que se han quedado en Lorca para entender que dentro de una misma iniciativa social cada uno es de su padre y de su madre, que puede pensar como le dé la real gana y que precisamente por eso no hay que ponerle etiquetas de ideologías políticas a ninguna asociación, colectivo, club, etecé, etecé. (Dicho queda, pues, a quienes corresponda en cada caso).

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