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miércoles, 9 octubre, 2024
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Harakiri navideño

Papá Noel y Rudolph, Dasher, Dancer, Vixen, Prancer, Cupid, Comet, Blitzen y Donner nos siguen ganando por goleada

Quienes mantienen la sana costumbre de escucharnos presentar las portadas de este periódico en el magazine que conduce Olga Herrero en Cope Yecla (jueves de 12,30 a una del mediodía, para más señas), habrán oído (oído al parche que es de cera) a este que suscribe y ‘sus’ escribe exponer en más de una ocasión mi desacuerdo con la decoración de las calles durante la Navidad, que es precisamente el tema de estas primeras ‘Crónicas yeclanas’ de 2022. (Primer punto y aparte de seguido también de este año según mi personal estilo que gustosa y altruistamente he donando a la sintaxis universal, que no es otra cosa que “la parte de la gramática que estudia las reglas y principios que gobiernan la combinatoria de constituyentes sintácticos como sintagmas y oraciones gramaticales”).

Me quiero referir y me refiero a que las calles se han llenado de luces que en ningún momento han reflejado la simbología clásica de nuestra Navidad, léase el tradicional portal de Belén o la estrella que guió a SSMM de Oriente. Por contra la parafernalia luminaria callejera ha sustituído los escudos de las escuadras de las Fiestas de la Virgen por copos de nieve y renos. O quizás se trataba de renos, alces, venados, ciervos… O vaya usted a saber si en realidad eran muflones del Monte Arabí en homenaje a la batalla que mantiene Yecla contra la macro granja porcina. El caso es que nuestras calles daban la sensación de que nos avergonzamos de nuestras raíces judeo-cristianas que, mire usted por dónde, qué casualidad, son las que motivan que celebremos la Navidad.

Y no hablo de religiosidad o de creencias personales e intransferibles. Cada cual que rece o deje de rezar según su conciencia que para eso es suya y de nadie más. Hablo de señas de identidad que vamos perdiendo sin ton ni son, sin motivo aparente, pues también damos la impresión de que no tenemos nada claro lo que realmente queremos y de ahí claudiquemos sin poner resistencia alguna ante la dictadura de lo políticamente correcto, haciéndonos un ridículo harakiri ante nuestras incoherentes y decepcionantes contrariedades. Porque digo yo, si acordamos que los espacios públicos deben estar libres de representaciones religiosas para no herir la sensibilidad de nadie, tendremos que empezar a pensar que Semana Santa, San Isidro y su santa esposa y la Patrona dejen de recorrer nuestras calles y vuelvan a procesionar solo en el interior de los templos.

Y lo mismo tendremos que hacer con los Reyes Magos: que se vayan olvidando de volver más a Yecla mientras sigan adorando al Niñico ocupando el espacio público convertido hoy en reserva de alces, renos, ciervos, muflones y venados. Y ya que estamos cambiemos el villancico de ‘Ya vienen los Reyes’ por el tema que más nos guste de El Reno Renardo o por la canción de ‘¡El venao, el venao! Dicho sea a modo de propuesta para irlo debatiendo de aquí a las Navidades que vienen. (Papá Noel y Rudolph, Dasher, Dancer, Vixen, Prancer, Cupid, Comet, Blitzen y Donner nos siguen ganando por goleada).

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